jueves, 3 de diciembre de 2009

Lunes agitado

Me desperté llorando sin saber por qué, supongo que habrá sido culpa de mi sueño, aunque no lo recuerdo.
Salí de la cama, miré el reloj y me di cuenta que faltaban media hora para ir al colegio y, todavía no me había bañado, así que salí corriendo directamente al baño. Cuando me termine de bañar solamente me quedaban días minutos, me cambié rapidísimo, preparé la mochila, bajé a la cocina y agarre un yogurt que había en la heladera.
Mientras terminada la última cucharada de yogurt, mamá gritaba desde la cochera diciéndonos a mi hermanito Facundo y a mí, que nos teníamos que ir yendo y, que en menos de cinco minutos quería que estuviéramos en el auto.
En el camino, me iba peleando con Facundo, porque me había sacado mis libros preferidos sin permiso. En la esquina del colegio estaba las chicas, así que decidí quedarme con ellas. Cuando bajé del auto, Facundo me empujó e hizo que me caiga de boca sobre la vereda, como las chicas me vieron, vinieron corriendo a ayudarme, pensé que nadie me había visto, pero me equivoqué.
Apenas entramos a la escuela, todos los chicos del secundario me empezaron a burlar, porque me había quedado toda la remera verde, por suerte tenía la remera de educación física guardada en la mochila, así que me fui corriendo al baño para cambiarme.
No sé cómo se habrá corrido el rumor, pero en menos de media hora todo el colegio ya sabía de mi tropezón, y todo gracias a Facundo. Cuando subimos al aula, el profesor Mariano de literatura, nos estaba esperando sentado en una silla y con los brazos cruzados, (todos ya sabemos, que cuando el Profesor está de brazos cruzados y con una cara no muy buena, algo malo pasó, o está por pasar). Apenas nos vio nos hizo sentar en el suelo, como no sabíamos por qué pasaba esto, le hicimos caso.
Cuando nos acomodamos en una ronda, (no tan ronda), el profesor nos explicó que las pruebas que había tomado la semana pasada fueron un desastre, y que solamente la habían aprobado dos personas, sin dudarlo miramos a Josefina y a Antonella que siempre aprobaban todo. Mariano al ver nuestra reacción nos dijo que nos estábamos equivocando, porque esta vez no habían sido ellas las que habían aprobado; todos nos alegramos, porque podía ser cualquiera de nosotros.
Mariano se acercó hasta su escritorio y sacó su carpeta, (donde tiene todos los trabajos, pruebas, etc.), apenas sacó de su carpeta las pruebas nos miró con una cara que nos dio miedo a todos.
Con voz de enojado nos pidió la libreta de calificaciones, como teníamos mucha intriga, por saber quién había aprobado nos paramos rápido, corrimos hasta las mochilas, y volvimos corriendo a sentarnos con la libreta en la mano. Como en el grado somos dieciocho, tardó en llegar mi turno. Primero le tocó a Lourdes, pero no aprobó, después a Matías, que tampoco aprobó, luego le tocó a Jazmín (mi mejor amiga), que fue la primera en aprobar. Cuando me contó que había aprobado, me desilusioné un poco, pero pensé que todavía quedaba otra persona por aprobar. Después de Jazmín, me tocó a mí, sin querer ver la entregué la libreta el profesor, cuando me la devolvió me fui corriendo a descubrir mi nota. Al abrir la libreta busqué la nota que estaba al final de todo; me puse a gritar de alegría, ya que me habían sacado un nueve. Cuando todos se enteraron se desilusionaron un poco, hasta alguno que otro se puso a llorar.
Al terminar la hora de literatura, teníamos dos horas de química, así que llegó el profesor Leonardo. Como somos un grupo que habla mucho, que no escucha mucho a los profesores, Leonardo se cansó de pedir silencio, y como no le hacíamos caso decidió tomarnos una prueba.
Me estaba por morir, justo una prueba “sorpresa” de la materia que más odio. Por suerte teníamos un recreo a mitad de la hora. Antes de bajar hablé con Jazmín y decidimos estudiar en el recreo, entonces abrí la mochila y saqué el libro y la carpeta.
Cuando bajamos, decidimos ir primero el baño, (a arreglarnos un poco), cuando terminamos, fuimos al patio de atrás, que es el patio más tranquilo porque no hay nenes corriendo alrededor tuyo, ya que es el patio del secundario. Como había chicos en educación física, esperamos un rato a que se den cuenta de que queríamos pasar al otro lado.
Cuando nos pareció que ya se habían dado cuenta, cruzamos despacio. Pero nos equivocamos, cuando estábamos a mitad de camino de venían todos los chicos corriendo, por supuesto que nos atropellaron y nos hicieron tirar las carpetas.
Cuando nos pudimos levantar, buscábamos las carpetas como locas, pero no las encontramos por ningún lado, hasta que miramos a nuestro lado. Se habían salido todas las hojas y se nos habían mezclado, por suerte vinieron dos chicos a ayudarnos, cuando levanté la cabeza vi un chico hermoso. Estaba delante mío ayudándome y pidiéndome perdón porque no nos había visto. Sin pensarlo le dije: - está bien, no te preocupes.
En ese momento me latía el corazón a mil por hora, le pregunté cómo se llamaba. Con una sonrisa y con una voz hermosa me contestó: -Agustín, ¿y vos?
- Que lindo nombre, yo me llamo Paz le contesté.
Nos quedamos hablando un rato hasta que tuvimos que volver al aula. Antes de que subiera Agustín me dio su teléfono y me dijo que lo llame apenas llegue a mi casa.

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